Por Larry D'Abutti
=Z=
(American
gangster... p.e.)
(**.**.**)
Dir.: Ridley Scott
Pro.: Brian Grazer Gui.:
Steven Zaillian
Int.: Denzel Washington, Russell Crowe, Cuba Gooding Jr.
Es
difícil encontrar una ficha técnico-artística más repleta de Oscars:
todos los arriba citados lo han ganado... menos el director. Y eso que
Ridley Scott es el autor de un puñado de buenísimas películas –Los
duelistas, Alien, Blade Runner-,
y estuvo nominado por Thelma y
Louise, Gladiator y Black Hawk derribado-; pero también es verdad que en los últimos
tiempos no ha tenido demasiado acierto para elegir sus proyectos. Ahora
puede resarcirse con esta historia, basada en hechos reales, que cuenta
la vida del que fue rey de la droga en Nueva York durante los primeros años
70, Frank Lucas, y la del hombre que se decidió a acabar con ese
reinado: el detective Richie Roberts.
Frank Lucas –Denzel Washington-, heredó el negocio de su jefe y
mentor, Bumpy Johnson y consiguió mantenerlo y ampliarlo hasta obtener
prácticamente el monopolio de la heroína, que se hacía traer de
Vietnam sin intermediarios, –aprovechando los transportes aéreos que
iban y venían de la guerra, con la connivencia de los militares-, y que
vendía pura y a bajo coste. Aliado con la mafia, que aceptó a regañadientes
su poder, y con la complicidad de los corruptos policías neoyorkinos,
vivió rodeado del mayor lujo pero con absoluta discreción, que él sabía
imprescindible para sus manejos.
Por su parte, Richie Roberts –Russell Crowe, el actor favorito de
Scott- era un hombre modesto, escrupulosamente honrado y, por ello, mal
visto por sus propios compañeros y superiores; pero fue capaz de
descubrir la mano oculta que movía el trágico negocio de la droga,
convencido –y convenciendo a sus colaboradores- de la responsabilidad
de Lucas, un gangster negro –les parecía increíble- situado en lo más
alto de la cúpula criminal y no como un mero intermediario o
distribuidor cualificado.
Ridley Scott aprovecha la calidad de sus actores, verdaderamente
estupendos en sus roles respectivos. Ambos han entendido a la perfección
sus personajes, que viven un itinerario paralelo. Los dos se
desenvuelven en un medio que les es hostil: el gangster, porque tiene
que imponerse al resto de los proveedores de la droga –si no hay más
remedio, matando a alguno en mitad de la calle-, a las reticencias de
las familias del hampa, a las presiones de los policías cómplices y aún
a las veleidades de sus propios parientes, colocados todos en una serie
de negocios aparentemente honrados pero que ocultan la verdadera red de
distribución de la heroína.
El agente Roberts tampoco lo tiene fácil. Topa con la incomprensión y
el desprecio de sus mismos compañeros, con la soledad en más de un
aspecto de su vida, y, desde luego, con la oscura y enredada trama de la
organización criminal, a la que no acierta a poner cabeza ni a
encontrar los resquicios por donde asaltarla. Policía y delincuente
comparten, además, la posesión de una irreductible ética y un
acentuado sentido del deber; naturalmente, de muy distinto significado
en sus conductas: Roberts es absolutamente decente e incorruptible;
Lucas es inexorablemente decidido, cruel y letal si lo encuentra
necesario.
Ese enfrentamiento de ambas conductas, ambas trayectorias, los dos modos
de vida y la voluntad incombustible que los preside, cada uno en un lado
de la ley, es, más allá de la crónica de un hecho real, el verdadero
motor, el aliento que preside esta historia.
Porque esta vez, también hay que decirlo, Ridley Scott cuenta, además
de sus dos magníficos actores, con la fuerza del magnífico guión de
Steven Zaillian –La lista de
Schindler, Bandas de Nueva York- para trazar con muy buen pulso y
con momentos de máxima tensión ambas historias entrecruzadas, y para
ir luego aproximando, cada vez con mayor intensidad, las trayectorias de
los dos hombres, hasta hacerlos reunirse en un final que echa chispas:
la secuencia que precede al epílogo –y no cuento más detalles- es
una de esas que llevan la firma de un grandísimo director y que
desprende –como toda la película- sabor de buen cine por los cuatro
costados. (www.americangangster.es)
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