Por Larry D'Abutti
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WANTED
(14.09.08)
Dir.: Timur Bekmambetov
Pro.: Marc Platt, Jim Lemley Gui.:
Michael Brandt, Derek Haas
Int.: James
McAvoy, Angelina Jolie, Morgan Freeman
Este
Bekmambetov es un director ruso –nacido en Kazajistán-, autor de dos
obras de circomatógrafo, dos majaderías estridentes, precipitadas e
incomprensibles: Guardianes de la
noche y Guardianes del día.
De la primera apenas me acuerdo, porque coincidió con la declaración
de la renta y no estaba yo para tonterías... De la segunda recuerdo una
escena en la que un tipo iba con su coche por la calle a toda velocidad,
se subía por la fachada de un rascacielos, entraba por una ventana y
llegaba hasta el cuarto de estar del maluto para darle matarile. O igual
el malo era él y el otro se moría del susto... Todo es posible.
Bueno, pues esas películas fueron más rentables que El Señor de los Anillos –no es broma- y dado el éxito, estos
productores americanos le han encargado llevar a la pantalla un tebeo de
Mark Millar que tiene un poco más de argumento –tampoco mucho- que
las historias anteriores. Parece ser que hace mil años un grupo de
artesanos tejedores se decidieron a repartir justicia a su manera y
crearon una saga de asesinos, que llega hasta nuestros días y que se
comunican por medio de un original código binario escondido en sus
telas. Claro, la gente esto no lo sabe, y menos que nadie el
protagonista de la película.
Wesley Gibson –el muy atractivo James McAvoy, de carrera imparable- es
un apocado y aturdido contable al que las cosas no le van muy bien: su
jefa le maltrata, no tiene dinero y su novia le engaña con su mejor
amigo, o viceversa. Parece conformarse con el futuro que le espera, más
bien escaso, cuando de repente su vida cambia de manera radical. A su
lado aparece Fox –Angelina Jolie, esa chica fea de los tatuajes, y aquí
lleva muchos- y se lo lleva a dar una vuelta en coche... justo cuando
llega un tío que se pone a pegarles tiros sin la menor explicación.
Fox y su jefe Sloan convencen al tontaina de Wesley para que ingrese en
la organización de los tejedores asesinos... y hasta aquí puedo
contar. Sobre todo porque pasan tantas cosas y tan deprisa que resulta
muy cansado. Como es de suponer, las escenas se suceden
vertiginosamente, hay mucho ruido todo el rato, se produce una cacharrería
importante, Angelina enseña el culo un momento –esto es lo mejor de
la película-, caen aquí y allá unas gotitas de humor, siguen pasando
cosas inverosímiles y, de pronto, el argumento da un vuelco.
Esto ya es una moda infame: en 48 horas he visto tres películas en las
que la historia, que parece una cosa, resulta ser otra muy distinta, e
incluso opuesta. Y eso porque sí, porque les da la gana a los
guionistas, sin el menor respeto a la coherencia del argumento ni de los
personajes, ni mucho menos a la inteligencia del espectador. Claro que
aquí no se puede esperar otra cosa. Lo único que ha hecho el director
es pegar planos uno detrás de otro, con no más de cinco segundos de
duración –cuando se toma un respiro casi se aburre uno-, introducir
todos los efectos digitales que hagan falta –ninguno novedoso- hasta
caer en la desmesura, y poner a los actores al borde del ridículo.
Como Angelina Jolie tiene vocación de heroína de acción, imagino que
se lo habrá pasado bien; James McAvoy no sale de su asombro –lo que
le conviene al personaje- y da cosa ver a dos respetables veteranos como
Morgan Freeman y Terence Stamp en semejantes papelones; quizá parece
descubrirse, en el fondo de su mirada, cierto distanciamiento, no sé si
divertido o simplemente cínico, enfrentados al “peso” de su
interpretación.
En resumen, otro superespectáculo de consumo rápido y digestión volátil,
trepidante en la forma pero bastante ramplón en el fondo, habilidoso de
factura –naturalmente-, pero absolutamente tramposo, y además
provisto de un mensaje hiperviolento y fascistoide que no tiene la menor
gracia. Lo mejor es el título: Wanted/Se
busca; no tiene nada que ver con la película, lo que de verdad se
busca, desesperadamente, es el auténtico cine. Y en este espectáculo,
desde luego, no se encuentra. (www.wanted-sebusca.es)
WAY DOWN
(13.11.21)
Dir.:
Jaume Balagueró. Pro.: Álvaro Augustín, Gislain Barrois, Francisco
Sánchez Ortiz, Freddie Highmore. Gui.: Rafa Martínez, Andrés Koppel,
Borja González Santaolalla, Michel Gaztambide, Rowan Athale. Int.:
Freddie Highmore, Astrid Bergès-Frisbey, Luis Tosar.
Jaume
Balagueró (Lleida, 1968) abandona momentáneamente -esperemos- el
género de terror, que tan buenos resultados le ha dado -recordemos
Los sin nombre, Frágiles o, por supuesto, la serie
REC- para pasarse al thriller de suspense. Con la mira puesta en
el mercado internacional, eso sí: algo que es ya frecuente en este
tipo de producciones.
Para la
que nos ocupa, ha conseguido traerse un elenco más o menos británico
-Sam Riley, Liam Cunningham…-, con la colaboración de Astrid Bergès-Frisbey,
catalana de origen franco-americano, y la de Freddie Highmore
-protagonista y productor-, conocido por sus papeles en
Descubriendo Nunca Jamás, Charlie y la fábrica de chocolate
y, por supuesto, The good doctor. A ellos se unen Luis Tosar,
Jose Coronado, Emilio Gutiérrez Caba, entre otros, por la parte
española. Un casting muy apañado.
La
película está rodada en inglés y español y transcurre en Madrid, en
los aledaños de Cibeles; más concretamente, en el Banco de España y
el edificio al otro lado de la calle. La razón es simple. Resulta
que una vez los piratas ingleses asaltaron un navío español y lo
hundieron con todo su valioso cargamento dentro; se ve que eso era
cosa muy común, lo acabamos de ver en la serie La fortuna
dirigida por Alejandro Amenábar.
Más aun:
igual que en la serie, unos cazatesoros -estos son británicos- lo
rescatan de las profundidades, aunque solo para ser detenidos por
las autoridades españolas, que les despojan de su presa. Y la
guardan en el Banco de España: según los autores de la historia, el
más seguro del mundo, una fortaleza inexpugnable. Da lo mismo: los
frustrados piratas deciden asaltar el banco y llevarse no tanto todo
lo incautado, que son muchas cajas, sino simplemente tres monedas en
las que, supuestamente, el pirata Drake señaló las coordenadas de un
tesoro mucho más importante.
Todo es
un poco -o mucho- rocambolesco, incluida la participación del joven
ingeniero Thom -Highmore-, que no formaba parte del equipo y que es
reclutado por su fértil imaginación… y otras cualidades; tampoco
esto es muy original. Y mucho más espectacular es el plan urdido
para penetrar en la inviolable bóveda del banco, abrir la cámara
acorazada y salir con las dichosas monedas.
Las
dificultades son tantas y tan complicadas las operaciones a
desarrollar, que los asaltantes tienen todas las papeletas para que
todo salga mal. Dentro del banco; porque fuera es casi peor: los
acontecimientos coinciden con la final del Mundial de fútbol que
ganó España, y Cibeles es un hervidero compuesto de unos cuantos
miles de personas enfervorizadas pendientes de las grandes pantallas
que retransmiten el partido. Mucha tensión a los dos lados de los
muros del Banco de España.
La
narración sigue fielmente los cánones del género: ninguna sorpresa
más allá de las que proporciona el guion, que, digámoslo ya, se
eleva a las alturas de lo inverosímil, por más que sus esforzados
intérpretes hagan lo imposible porque parezca medianamente
coherente. En un relato como este están permitidas bastantes
licencias, naturalmente, pero solo hasta ciertos límites; hay un
buen número de peripecias que pueden aceptarse, son propias del
género; pero algún momento de este Way down -Tira p’abajo,
podríamos traducir- es tan exagerado que a uno están a punto de
sangrarle los ojos.
Por lo
demás, todo bien, Balagueró: dos horas justitas de un
entretenimiento hiperbólico, con mucho ritmo, sin grandes
complicaciones, a ratos absorbente y a ratos divertido. Está hecho
pensando en la rentabilidad, así que ¡mucha suerte en la taquilla!
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