Por Larry D'Abutti
=V=
VALHALLA RISING
(15.05.21)
Dir.:
Nicolas Winding Refn. Pro.: Johnny Andersen, Henrik Danstrup, Bo
Ehrhardt. Gui.: Nicolas Winding Refn, Roy Jacobsen, Matthew Read.
Int.: Mads Mikkelsen, Alexander Morton, Maarten Stevenson.
Nos
llega ahora Valhalla Rising, dirigida en 2009 por Nicolas
Winding Refn -el mismo de Pusher, la impactante Driver
y Solo Dios perdona, entre otras-, un autor nada
convencional, siempre discutido pero de talento innegable.
Bienvenido el retraso, si ahora podemos disfrutar de esta obra
extraña, absorbente, simbólica y de bellísima factura.
La
protagoniza el gran Mads Mikkelsen, actor fetiche de Winding Refn.
Él es “Un-ojo”, un esclavo tuerto y mudo, utilizado por sus captores
como luchador invencible. Tan invencible, que acaba por matarlos a
todos y fugarse; a todos, excepto a un chaval rubio -nadie sabe de
dónde ha salido- que fascinado, se convierte en su sombra,
siguiéndolo a todas partes. Y los dos se unen, superadas ciertas
dificultades, a una tropa de guerreros cristianos empeñados en
reconquistar Jerusalén.
El
metraje central de la película está compuesto por el viaje de este
grupo, atravesando montañas y mares, hacia los Santos Lugares. Si la
tierra firme es inhóspita, el mar es aterrador. La niebla lo
envuelve todo, y cada minuto puede cobrarse una baja mortal en la
expedición. Nadie parece tener la brújula, y tampoco “Un-ojo”, que
permanece ajeno y solo se expresa a través del chico; pero al fin se
atisba la tierra prometida y parece llegar el término del viaje.
Dice Winding Refn que su
película es su particular versión de 2001. Una odisea del espacio,
y se comprende el paralelismo: lo que allí era un viaje hacia el
infinito, aquí es hacia el interior del propio personaje. Pero de
idéntica manera el tiempo y el espacio se transforman y se asumen
bajo la mirada del ojo único de Hal 9000 o del guerrero tuerto. Y la
mística del relato envuelve al espectador entre las brumas de la fe
y la superstición, entre la cruz y la espada, entre la superación y
el aniquilamiento.
VALKIRIA
(01.02.09)
Dir.: Bryan Singer
Pro.: Christopher Mc Quarrie, Bryan Singer
Gui.: Christopher Mc
Quarrie, Nathan Alexander
Int.: Tom Cruise, Kenneth Branagh, Tom Wilkinson, Terence Stamp
Bryan Singer
es un neoyorkino de 43 años, productor, alguna vez guionista y director
famoso sobre todo desde Sospechosos habituales (1994) y por la
serie X-Men, de la que realizó
las dos primeras entregas; las siguió Superman returns hace un par de temporadas, la verdad es que sin
demasiada suerte, y ahora se pone a las órdenes de Tom Cruise –o
viceversa- para contar esta historia que relata hechos absolutamente
reales.
El protagonista es el coronel Claus von Stauffenberg, un militar alemán
que, en los últimos momentos de la II Guerra Mundial, sigue amando
profundamente a su país pero odia con la misma intensidad a Adolf
Hitler, a quien considera culpable del desastre que se avecina.
Conocemos a Stauffenbeg en plena campaña de África, cuando las tropas
alemanas de Rommel están siendo concienzudamente machacadas por los
aliados. Allí, a consecuencia de un ataque aéreo, resulta gravemente
herido y pierde un ojo, una mano y casi la otra; además de llenarse el
cuerpo de metralla y el alma de una firme decisión: acabar con la vida
de Hitler y de paso, a ser posible, con la guerra.
De regreso a Alemania y una vez curado de sus heridas, no tarda en
coincidir con un grupo de militares, dirigido por los generales Beck y
Olbricht, con Von Tresckow en la sombra –todos, curiosamente,
interpretados en la película por actores británicos- que ya están
planeando un golpe que acabe con el fuhrer. Y en efecto, asistimos a un
primer intento, que resulta fallido. Angustiosamente fallido, porque
todos los implicados, de alta graduación en el ejército alemán, saben
lo que les espera si son descubiertos. A este grupo, tras algunos
momentos de vacilación, se une el coronel Stauffenberg. Su claridad de
ideas y su determinación lo ponen enseguida a la cabeza de la rebelión.
El guión nos muestra entonces, paso a paso, la preparación del que
puede ser el atentado definitivo, el 20 de julio de 1944. Todo se
dispone con minuciosidad y, aunque Stauffenberg correrá un riesgo altísimo,
si se logra el éxito y Hitler, como está previsto, muere, se pondrá
en marcha toda una gigantesca maquinaria –la Operación Valkiria- que,
apoyándose en la movilización de las reservas militares del general
Fromm, neutralizará al ejército afín al dictador y a las siempre
fieles SS y Gestapo, anulará a los temibles Goebbels y Goering y dejará
el mando alemán en manos de los conspiradores.
Aunque sean hechos reales y de
sobra conocidos, no vamos a referir el resultado de la operación. Las
consecuencias, desde luego, fueron catastróficas, con casi 5.000 víctimas
de la represión nazi. La película, no obstante, termina justo al
comienzo de ésta, porque lo que cuenta es la intriga que le da título
y sus antecedentes, para recrear la figura de Claus Von Stauffenberg
encarnado por Tom Cruise.
Le ha costado a Cruise llevar este proyecto a cabo, con dificultades de
todo tipo, incluidas las negativas alemanas a la utilización de
localizaciones reales y las muy serias reservas al posible enfoque de la
historia. La reconstrucción, sin embargo, es muy correcta, y el punto
de vista de la narración resulta objetivo y, seguramente, muy cercano a
la realidad. El argumento posee interés, veracidad y todo el suspense
posible en un relato que cuenta hechos históricos, conocidos y
analizados exhaustivamente por los estudiosos. Bryan Singer se olvida de
efectos digitales y fantasías de tebeo, y se aplica a poner en imágenes
un guión que transcurre de manera convencional.
No deja de tener buen pulso, en definitiva, porque la película se ve muy
bien y no decae en su interés. También porque aunque, insisto, se
trate de unos sucesos reales cuyo desenlace es ya sabido, Adolf Hitler y
sus secuaces siguen despertando hoy el mismo interés de siempre; aunque
sólo sea para conmovernos una vez más, detestarlo más cada vez y soñar,
con los protagonistas de la película, que el terrible dictador, el
fuhrer asesino, podría haber acabado sus días volando por los aires
por efecto de una bomba.
(www.valkirialapelicula.es)
VALOR DE LEY
(13.02.11)
Dir.: Ethan
Coen, Joel Coen
Pro.: Ethan y Joel Coen y Scott Rudin
Gui.: Ethan y Joel Coen
Int.: Jeff Bridges, Hailee Steinfeld, Matt Damon
Las
películas de los hermanos Coen son todas diferentes y bastante
inclasificables, pero frecuentemente revisan, actualizan o versionan los
géneros clásicos: desde su debut con Sangre
fácil (1984) a Un tipo serio
(2009), quince en total, en las que se puede rastrear el cine negro, la
comedia –sentimental o surrealista-, el suspense o la aventura más o
menos dislocada. Recordemos Muerte
entre las flores, Barton Fink, Fargo, El gran Lebowski, Crueldad
intolerable, Ladykillers o No es país para viejos, entre otras. Y en más de uno de sus
relatos, por supuesto, se advierte un muy consciente aire de
western.
Pero esta vez han decidido una absoluta inmersión en el género y para
ello han “resucitado” Valor de
ley, la película de Henry Hathaway de 1969, con John Wayne de
protagonista. O más bien se han inspirado en la novela que dio origen a
aquélla; por eso, el guión es nuevo, aunque argumento y personajes son
los mismos; ahora con Jeff Bridges en el papel del “marshall”
Rooster Cogburn.
Mattie Ross, una niña de catorce años, quiere vengar la muerte de su
padre a manos del malvado Tom Chaney –Josh Brolin- y no duda en
contratar a Cogburn, reconocido por su valor y eficacia implacable en la
caza de delincuentes, aunque también por su afición al alcohol y sus
nada ortodoxos métodos. A la partida se une el “ranger” LaBoeuf
–Matt Damon-, que busca a Chaney por otros delitos, y tras algunas
escaramuzas personales, los tres persiguen juntos –aunque nunca muy
bien avenidos- el rastro del asesino. Para ello cruzarán peligrosos
parajes y se adentrarán en territorios
proscritos poblados de indios indescifrables, transeúntes de
diverso pelaje y malhechores provistos de armamento mortal e intenciones
todavía peores. Rooster y LaBoeuf son perros viejos –sobre todo el
primero- y no es fácil despistarlos ni eliminarlos, así es que poco a
poco se van acercando a su objetivo; con muchas precauciones, porque
Chaney se ha unido a una banda de forajidos sin escrúpulos y de gatillo
fácil y que, para más señas, tienen alguna cuenta pendiente con el
veterano “marshall”.
Los perseguidores tienen además ideas muy opuestas en cuanto a los métodos
y estrategias a seguir, y la chiquilla se ve expuesta a los mayores
riesgos y calamidades, vencidas por su determinación inquebrantable,
mucho mayor que el horror que experimenta a cada paso. Aunque no pegue
tiros como sus feroces acompañantes –a menos que sea imprescindible-,
ella es la verdadera protagonista de esta narración, desde sus ojos
contemplamos la historia, y su fuerza, su decisión y el deseo
invencible de vengar a su padre son los ejes que articulan el relato: su
relato. Esta imagen de la adolescente enfrentada a unos tipos, un
paisaje y una misión aparentemente muy superiores a su capacidad es la
que aporta la mayor novedad de un argumento tan “masculino” y
decadente.
Desde la interpretación llena de coraje de la jovencita Hailee
Steinfeld a la sabiduría y el talento de Jeff Bridges, pasando por la
estupenda recreación de Matt Damon, los protagonistas se lucen con la
colaboración del magnífico engranaje dispuesto por los autores
–dirección, producción y guión a cuatro manos de los hermanos
Coen-, que envuelve al espectador con su acertadísima fotografía –de
Roger Deakins- y la espectacular banda sonora de Carter Burwell; nombres
habituales en su filmografía, lo que habla de la conjunción y la armonía
de un equipo que trabaja unido desde hace muchos años.
Fotografía, música, sonido, montaje… No son más que algunos
aspectos parciales de un espectáculo total que demuestra, otra vez, la
pasión, la inteligencia y el estilo de sus creadores. El western parecía
extinto –sólo Sin perdón y algún otro chispazo más en los últimos tiempos-,
pero con Valor de ley la
pantalla vuelve a encenderse, como en el mejor de los clásicos, con los
escenarios míticos, los espacios abiertos frente al horizonte y los héroes
cansados pero invencibles: el género inmortal, que regresa gracias al
talento de Ethan y Joel Coen.
(www.TrueGritMovie.com)
VAN
GOGH, A LAS PUERTAS DE LA ETERNIDAD
(02.03.19)
Dir.: Julian Schnabel. Pro.: Jon Kilik. Gui.: Jean-Claude Carrière,
Julian Schnabel, Louise Kugelberg. Int.: Willem Dafoe, Rupert
Friend, Oscar Isaac.
De repente, la
figura de Vincent Van Gogh se ha puesto de moda en el cine, y en los
últimos meses nos han llegado hasta tres películas –muy distintas,
eso sí- acerca del pintor. La más interesante, tal vez, es esta
última, dirigida por Julian Schnabel, otro personaje bastante
especial: pintor encuadrado en el neoexpresionismo, se pasó al cine
en 1996 con Basquiat, dirigió luego Antes que anochezca
–con Javier Bardem en el papel del poeta Reinaldo Arenas- y La
escafandra y la mariposa, una joya que le valió numerosos
premios y el respeto internacional.
A Schnabel le
gustan las biografías; nada que objetar. A esta de Van Gogh llega en
los últimos años de su vida, cuando el pintor, siempre tutelado y
aconsejado por su hermano Theo, abandona París para recluirse en
Arles, primero, y en Auvers-sur-Oise, donde falleció, después.
Vincent pinta; pinta sin cesar, tratando de atrapar la luz, el
color, el aire y la vida. Y sufre, se deprime, bebe, pierde el
sentido. Y sigue pintando.
El guion de
Jean-Claude Carrière –el habitual colaborador en la etapa final de
Buñuel- se basa en la correspondencia entre Vincent y Theo para
mostrar de manera introspectiva los estados de ánimo del
protagonista, y la banda sonora de Tatiana Lisovskaya ilustra
incesantemente unas imágenes que huyen de lo convencional para
acercarse, quizás, a esa misma perturbación mental en la que el
mismo Van Gogh se reconoce. La cámara de Schnabel se desplaza por
los paisajes, avanza tras los personajes y llega a situarse a
centímetros de sus rostros, en primeros planos francamente
arriesgados para intérpretes y espectadores.
Para estos, el
reto merece la pena, porque la aproximación a la personalidad y el
entorno del pintor es, a pesar de todo, respetuosa y certera,
incluidas las polémicas circunstancias de su muerte; para los
artistas que ponen cara a quienes lo rodearon –un plantel de figuras
del cine francés y europeo en su mayoría, algunos casi
irreconocibles bajo sus caracterizaciones- la posibilidad de mostrar
su calidad.
Y por encima de
todos, el carisma, la fotogenia y el talento de Willem Dafoe, un
actor descomunal. Su Van Gogh es de una precisión milimétrica, sin
dejarse caer en ningún exceso –que sería probable en el personaje-
pero mostrando el alma en cada gesto y en cada mirada. Cuando piensa
en voz alta, cuando habla con sus amigos y vecinos, cuando pinta,
cuando se sabe libre y creador y cuando se somete a sus desvaríos y
su melancolía, hasta atado a una camisa de fuerza, Dafoe-Van Gogh es
una fuerza de la naturaleza.
Es cierto que
algunas propuestas –excesos, se dirían mejor- formales de la
película pueden llegar a molestar; pero también es cierto que la
pintura, la obra y la vida de Vincent Van Gogh tampoco fueron nunca
complacientes ni del agrado de la mayoría. Schnabel se ha imbuido de
esa condición y ha apostado por concederse la libertad absoluta como
tributo a la presencia inmortal del genial pintor.
VENGADORES: ENDGAME
/ GLORIA BELL
(27.04.19)
Vengadores: Endgame
Dir.: Anthony y Joe Russo.
Pro.: Kevin Feige. Christopher Markus, Stephen
McFeely. Gui.: Christopher Markus, Stephen McFeely. Int.: Robert
Downey Jr., Chris Evans, Mark Ruffalo...
Gloria Bell
Dir.: Sebastián Lelio. Pro.: Sebastián Lelio, Juan de Dios y Pablo
Larraín. Gui.: Sebastián Lelio, Alice Johnson Boher. Int.: Julianne
Moore, John Turturro, Sean Astin
Aquí van juntos, en un “pack”, los dos estrenos más interesantes del
fin de semana. Uno, porque va a hacer millones de euros de
recaudación y colma las expectativas de miles de seguidores; el
otro, porque encierra en hora y tres cuartos de cine una historia
creíble y contemporánea con la descomunal interpretación de una
actriz en estado de gracia: Julianne Moore.
Gloria Bell
es la revisión que ha hecho el chileno Sebastián Lelio de su
película Gloria (2013), trasladando argumento y personajes a
Los Angeles; el guion, con la necesaria adaptación, es idéntico al
de aquella: Gloria es una mujer divorciada, tiene dos hijos y un
trabajo en una compañía de seguros que ni la agobia ni la apasiona.
Lo que sí le gusta sobre todo es bailar y la vemos casi cada noche
en sus discotecas favoritas, entregándose a la danza; sola, no
necesita compañero para disfrutar de la música –estupenda y
divertida colección de temas “disco”- y el baile. La película nos
muestra su vida, sus sentimientos, su aliento y su piel.
En
Vengadores no hay baile; lo que hay es acción, mucha acción:
tres horas trepidantes, en las que la aventura no decae. Como es
bien sabido, la cosa había quedado en que el malvado Thanos había
acabado con media humanidad, incluidos un buen número de
superhéroes; él lo hacía por remediar la superpoblación del planeta,
pero ya cogido el gusto, amenaza con seguir la escabechina, ahora ya
por el propio placer. Además, como tiene en su poder las cinco o
seis –no llevo muy bien la cuenta- gemas milagrosas que todo lo
pueden, no hay quien le tosa.
En
Gloria Bell lo que vemos es un pedazo de realidad, unas
personas de carne y hueso en su mundo de cada día; en Vengadores:
Endgame, una fantasía hiperrevolucionada, un tebeo en pantalla
grande, un espectáculo de circomatógrafo de muchísima intensidad. En
la película de Lelio todos los intérpretes están bien, tras la
superlativa Julianne Moore, presente en el 99% de los planos –y en
los pocos que no, también se deja notar- y en cada uno da una
lección de sinceridad y talento.
En
la de los hermanos Russo no hay un protagonismo definido, es una
obra verdaderamente coral y todos los artistas que encarnan a héroes
y villanos se afanan a lo suyo con verdadero espíritu; es lo que
requiere la producción. Que, naturalmente, brilla en efectos,
maquillajes y trucos de toda índole; nadie sabe hacerlo mejor que
los americanos, Disney-Marvel y compañía.
Además de dos estrenos importantes, como decía al principio, estas
dos películas representan muy bien dos maneras prácticamente
antagónicas de entender el cine: una herramienta para la madurez, el
goce intelectual y artístico y la reflexión, y un artefacto para el
entretenimiento puro y el rendimiento económico cuanto mayor, mejor.
Las dos cumplen perfectamente sus expectativas: Vengadores
–con un fin de semana de cuatro días de salida- romperá la taquilla.
Gloria Bell, no; pero hará pensar a sus espectadores.
Ah, y una similitud más: la película de Sebastián Lelio la habíamos
visto ya una vez. La de Disney, también: una vez, y otra, y otra… y
las que quedarán.
25 KILATES (26.04.09)
Dir.: Patxi Amezcua
Pro.: José Nolla, Quique Camín
Gui.: Patxi Amezcua
Int.: Francesc
Garrido, Aida Folch, Manuel Morón
Aida
Folch se ha hecho mayor; ya no es la niña de El embrujo de Shanghai y Los
lunes al sol y ahora protagoniza, muy brillantemente -premio en el
Festival de Málaga-, este estimulante thriller del debutante Patxi
Amezcua, hasta ahora reconocido guionista y que por fin se atreve a
ponerse tras la cámara para firmar una obra de género, algo poco
habitual en el cine español.
25 kilates
es más que una historia de amor, más que una intriga policiaca: es un
cruce de caminos y un choque de personajes y destinos con sabor a
Melville y a novela negra: un “cobrador” de deudas tan implacable
como eficaz –magnífico, como siempre, Francesc Garrido-, un inspector
de la brigada antiatracos, un perista con mucha iniciativa y no
demasiada suerte –Manuel Morón, otro de nuestros grandes secundarios-
y la hija de éste, una veinteañera criada en la calle y crecida en la
delincuencia. La casualidad, quizá, o el propio sino de cada cual,
entrecruza sus vidas y teje una trama con pocos hilos sueltos y un
acabado que se nos antoja que va a tener muy poco brillo.
La acción arranca cuando los policías interrumpen una animada fiesta
de un grupo de ladrones. Los detienen y se llevan el botín,
naturalmente. O no tan naturalmente, porque se llevan el botín... para
quedárselo. Y después acuden al perista, para que les coloque la
mercancía con su habitual eficacia. Que resulta menor que su codicia,
porque el alijo es de los que permiten a un trabajador del ramo
retirarse con las ganancias para toda la vida; siempre que no lo
encuentren, claro.
No es de extrañar tampoco que Kay, su hija, con la educación recibida,
se dedique a pegar pequeños golpes en la calle, de esos que aprovechan
los problemas del tráfico y el despiste de los conductores. Y en uno de
ellos conoce al enigmático Abel, que pronto deja de serlo, en cuanto
sabemos a qué se dedica y cómo son sus relaciones con sus clientes,
con su jefe y también con la mujer de su jefe, que todo tiene su
trascendencia en la vida de Abel.
En la suya y en la de los demás, porque como decía al principio, los
caminos de estas gentes tienden a cruzarse y a hacer saltar chispas en
los encontronazos; en unos casos, las del amor; en otros las de la
avaricia y el odio; en otros más, en fin, las del puro destino, que
organiza la vida y la muerte -obligada, prematura o cruelmente
provocada- de cada cual. Por esos caminos andan, por esas calles de la
ciudad perfectamente reconocible, aunque el director y escritor se haya
fijado sobre todo en lo más turbio que la habita: unos seres para los
que la ley no significa nada y la moral es únicamente su propio código
de supervivencia.
Malas gentes, pobres gentes: un antihéroe capaz de redimirse -que va a
ser que no-, una "lolita" ángel y demonio a partes
desiguales, policías que roban y ladrones que roban también -es su
oficio-, ilusiones perversas, dinero -mucho dinero- por medio, corrupción,
crimen seguramente sin castigo, y, mira por dónde, hasta unas hebras de
pasión. Como la vida misma, aunque pueda parecernos una mirada un tanto
oblicua, que se detiene mucho más en el lado más oscuro; en realidad,
no hay ningún exceso ni ninguna fantasía en la película, y sí una
lectura aplicada de las convenciones del género.
Que da muy buen resultado: Patxi Amezcua ha creado una atmósfera
muy interesante, con una fotografía saturada, opaca y virada a triste,
como las intenciones de los protagonistas. Ellos están muy bien -yo
destacaría a Folch y Garrido, por lo que tienen de posible revelación-
pero todos aciertan con unas estupendas y contenidas interpretaciones
-lo que pide el brillante guión, casi siempre perfectamente ajustado-,
en una puesta en escena con rigor y excelente ritmo: todo ello da la
medida de esta muy interesante propuesta de cine español independiente
y personal, seguramente de escaso presupuesto pero sobrada de fuerza,
interés y calidad. (www.25kilates.es)
23-F
(27.02.11)
Dir.:
Chema de la Peña
Pro.: Gonzalo e Ignacio Salazar-Simpson
Gui.: Joaquín Andújar
Int.: Paco Tous, Fernando Cayo, Juan Diego
La
carrera de Chema de la Peña es muy personal, aunque bastante irregular:
sus primeras películas –el raro musical Shacky
Carmine e Isi/Disi (Amor a lo
bestia), con Santiago Segura y Florentino Fernández de figuras- no
presagiaban nada demasiado espectacular, pero luego dirigió –a medias
con Gabriel Velázquez- Sud
Express, una obra aún más pequeña y modesta pero, por eso mismo,
muy estimulante y, en algún aspecto, modélica.
No se puede decir que haya progresado. Este 23-F,
que estrena justo en el trigésimo aniversario del acontecimiento, llega
tarde y se queda muy corta. Tarde, porque en los últimos meses ha
habido un aluvión de documentos, escritos y filmados, sobre el mismo
tema: artículos y ensayos más o menos novelados, reportajes variados y
distintas películas y miniseries televisivas. Y corta –y esto es lo más
grave-, porque la narración se centra en la figura de Antonio Tejero y
todo gira en torno a su criminal intentona, sus andanzas por el interior
del Congreso de los Diputados, sus bravuconadas, sus disputas y sus
disparates, que lo llevan en algunos momentos al borde de una trágica
comicidad.
Claro que también está reflejada la actividad en La Zarzuela –con el
rey Juan Carlos y Sabino Fernández Campo de protagonistas- y en los
cuarteles, con la siempre firme decisión de Jaime Miláns del Bosch en
Valencia, el papel desairado de José Juste en Madrid y los manejos
conspiratorios de Alfonso Armada por los despachos: los generales que se
apoyaron, hasta verse rebasados con creces, en la iniciativa del
teniente coronel de la guardia civil. Por supuesto, asistimos a la
conversación telefónica entre Juste y Fernandez Campo, con el ya
famoso “Armada no está aquí ni se le espera” y al mensaje del rey
a la nación, una vez liberada Televisión Española de la presencia
militar.
Pero, aparte de unas leves pinceladas de la “trama civil” encabezada
por Juan García Carrés –un par de charlas por teléfono con Tejero-,
no hay casi nada en este argumento –excepto unos breves apuntes
introductorios- que indague, explique o señale hacia los fundamentos,
los motivos y la preparación del golpe. Hay, evidentemente, una
confabulación; pero la película empieza con el guardia civil saliendo
de su casa en la misma mañana del 23 de febrero y acaba con su derrota
al otro día, abandonando el Congreso de los Diputados tras despedirse
de su gente; como si ese protagonismo quisiera presentarlo como el
responsable central del pronunciamiento.
Naturalmente, es una opción legítima; quizá contar los entresijos de
esa conspiración –o más bien conspiraciones- fuera otra película,
en la línea de algunos documentales o de ciertas fabulaciones más o
menos cercanas a la verdad. Chema de la Peña confiesa que también ha
manejado material para andar esos caminos, pero que al final han
preferido –los productores y él- centrarse en los hechos del mismo día
23 y sus horas posteriores, tratando de “fotografiar” la dureza y el
miedo de los primeros momentos en contraste con el alivio y la alegría
de los últimos instantes del golpe. Poco más de veinticuatro horas
tremendas en nuestra historia, pero, a pesar de esa dramática conmoción
que vivimos los españoles, mínima emoción y escasa pasión en la película.
Y también tiene la culpa el poco acertado reparto, con nombres ilustres
de nuestra pantalla que se ven forzados a representar, con remoto
parecido los más, a los personajes protagonistas de la historia. No está
mal Paco Tous, aunque su papel sea tan desairado, y quizá tampoco
Mariano Venancio –un convincente Fernández Campo-, pero no se puede
decir lo mismo de los políticos retenidos en el Congreso ni de los
generales y demás militares
golpistas; y ya no sabe qué pensar de la figura del rey –a cuya mayor
gloria se dedica subliminalmente el relato-, tan repetido últimamente
en nuestras pantallas, representado por una variedad de artistas; aunque
Fernando Cayo es el más asiduo. Ya se lo debe saber. (www.23flapelicula.com/)
VENTAJAS DE VIAJAR EN TREN
(09.11.19)
Dir.: Aritz Moreno. Pro.: Juan Gordon, Leire
Apellániz, Merry Colomer. Gui.: Javier Gullón, Antonio Orejudo.
Int.: Pilar Castro, Ernesto Alterio, Luis Tosar, Quim Gutiérrez…
Tras cuatro cortometrajes, este es el primer
largo de Aritz Moreno (San Sebastián, 1980), que se ha atrevido
con un ejercicio de estilo de mucho calado. La cosa empieza así:
Helga viaja en tren; luego sabremos que acaba de dejar a su
marido en una clínica psiquiátrica, pero eso no importa todavía.
Frente a Helga va sentado un hombre, que de pronto entabla
conversación con ella. Dice ser y llamarse Ángel Sanagustín, el
doctor Sanagustín, un psiquiatra que puede ser quizá el que
trate a su marido.
Tampoco eso importa aun. El doctor comienza a
contar una historia, cuyo protagonista, Martín Urales de Úbeda,
vuelve a casa hecho un cristo. Viene de la guerra y, claro,
narra cómo le ha ido allí, que aventuras ha vivido y a qué
personajes ha conocido. Entre ellos está la enigmática doctora
Linares, que, un día, ante su asombro, le contó toda su vida, en
la que resulta que Cristóbal… o quizá Leandro, o Emilio… No,
Emilio, no. Emilio, luego lo sabremos, es el marido de Helga.
Y así sucesivamente. El relato se va enredando
más y más, como una madeja de subtramas que se van superponiendo
unas a otras, al estilo de El manuscrito encontrado en
Zaragoza de Wojciech Has (1965) –sobre la novela de Jan
Potoki-, a lo largo de progresivos capítulos, dejando que el
espectador vaya componiendo el tejido narrativo con los retazos
de que dispone, en los que, además, no faltan las sorpresas y
los golpes de efecto. Eso sí, alguno de los fragmentos quiebra,
voluntariamente o no, el cuerpo de la historia. O me lo parece a
mí, cualquiera sabe.
En cualquier caso, sigue sin importar. La
película es tan surrealista que vale tanto lo que se ve en la
pantalla como lo que bulle en el cerebro del espectador. Creo
que los mimbres del relato están ya en la novela original de
Antonio Orejudo, pero hay que ensamblarlos en una imagen que,
sin perder seguramente esa esencia, se construya como un
discurso autónomo.
Desde mi punto de vista, Moreno lo consigue
sobradamente, con un pulso certero –muy difícil en una obra como
esta-, con un feroz sentido del humor y con la complicidad y la
entrega de sus intérpretes, que se ponen, del primero al último,
a hacer las barbaridades que este viaje desastroso les impone.
Pilar Castro subyuga, Ernesto Alterio es un escapista alienado,
Luis Tosar desmiente con la mirada lo que dice de palabra, Quim
Gutiérrez se crece sádicamente -¿he dicho sádicamente?- como
nunca lo había visto, Javier Botet y Macarena García
protagonizan la más delirante historia de amor jamás filmada,
algo así como si Amèlie se hubiera vuelto loca…
En fin, que, como dice el propio Aritz, su
película tiende a ser como si Wes Anderson hubiera rodado El
club de la lucha, con un resultado absolutamente marciano.
Estoy de acuerdo, porque si Ventajas de viajar en tren no
es una obra maestra, ni siquiera perfecta al cien por cien, sí
que es una ópera prima muy prometedora por su ingenio, su
velocidad de crucero, su capacidad transgresora y su enorme
–enorme- potencia visual: lo principal en el cine.
VIAJE A SILS MARIA
(14.06.15)
Dir.:
Olivier Assayas
Pro.: Charles Gillibert Gui.: Olivier Assayas
Int.: Juliette Binoche, Kristen Stewart, Chloë Grace Moretz
El francés
Olivier Assayas es un director y guionista con una veintena de títulos
en su currículum; su apuesta ha sido siempre por un cine de autor,
personal y sin demasiadas concesiones a la comercialidad. Quizá por eso
su obra no es muy popular en España; sus estrenos han llegado –unos
pocos: Boarding gate (2007), Las horas del verano (2008),
Después de mayo (2012)…- con cuentagotas y lo más visto ha sido,
paradójicamente, su miniserie Carlos (2010), sobre el famoso
terrorista venezolano.
Ahora nos trae su última película, Viaje a Sils Maria. Es el
nombre de un
espectacular enclave en el corazón de los Alpes suizos, y hasta allí
viaja la célebre actriz Maria Enders, acompañada de su asistente
personal, Valentine. El propósito del viaje, que de momento parece ser
la pieza angular del argumento, se frustra por un dramático
acontecimiento; en esos primeros momentos, el guion deja entrever los
caracteres de ambas mujeres y las imágenes escuetas –un vagón de tren,
dos personajes, unas llamadas de teléfono- las ilustran con eficacia.
Maria llega a su destino desconcertada y sin mucho ánimo, pero
encuentra, a cambio, una inesperada posibilidad de relanzar su carrera.
Hace veinte años, ella triunfó en el teatro interpretando una obra que
plasmaba la relación entre dos mujeres: la joven Sigrid y la madura
Helena: una historia de admiración, posesión y dependencia, que acababa
en un arrebato mortal. Maria entonces fue Sigrid, y ahora un importante
director quiere reponer la función y le ofrece el papel de Helena,
acorde a su edad actual.
Al principio, el proyecto le parece descabellado e imposible de asumir,
pero poco a poco, Maria va venciendo sus dudas y sus escrúpulos –y sus
enormes miedos- y acepta el desafío.
Entonces comienza
a ensayar su nuevo rol con la ayuda de Valentine, que asume darle la
réplica. La posición real de ambas, su relación profesional, se parece
demasiado a la de la ficción teatral; las palabras, los gestos, las
miradas empiezan a alcanzar otra dimensión, y la vida de las dos mujeres
se adentra en una espiral de emociones, en la que cada vez está menos
claro dónde acaban los personajes y cuándo siguen siendo ellas mismas.
Ni siquiera la aparición de la turbulenta Jo-Ann Ellis, la joven y
escandalosa actriz que aspira al papel de Sigrid, cortocircuita la
electricidad que se crea en los ensayos privados en la soledad de los
valles alpinos.
Maria y Valentine
recrean el texto por todos los rincones de la casa y también en mitad de
la infinita montaña cercada por las nubes. Hasta que el tiempo pasa y
llega el desenlace. Que, como dice Assayas de su película, no es
geométrico, sino líquido. Como el sustento de esas nubes, como la
naturaleza de los sentimientos. Es posible no entender Viaje a Sils
Maria, pero es casi imposible sustraerse a sus imágenes, sus sonidos
–desde las voces de las protagonistas a la ensoñadora música barroca que
las enmarca-, sus secuencias sugerentes y adultas.
Viaje a Sils
María coincide
en su estreno con el regreso de las emociones jurásicas de Spielberg.
Sin ánimo de establecer una comparación entre ambas películas, salta a
la vista la meridiana diferencia entre las propuestas: un guion
archisabido, predigerido, efectista y pueril frente a un texto original,
maduro e inteligente. Y eso sí, una evidente coherencia interna en ambos
relatos: la de unos personajes y situaciones –apoyados en la apabullante
factura técnica- que en ningún momento escapan del corsé, por un lado, y
la que prestan la verdad, la hondura y la libertad narrativa y vital, en
el otro: el estupendo trabajo de Kristen Stewart, lejísimos de sus
argumentos adolescentes, y la maravillosa Juliette Binoche, que se
desdobla una y otra vez en un juego de interpretaciones y sutilezas que
parece no tener fin.
Pese a todo eso, desgraciadamente,
Jurassic World la verán millones de espectadores, y la de Assayas,
no. Y aquella recaudará diez, tal vez cien veces más que esta. El signo
de los tiempos.
(https://www.facebook.com/CloudsOfSilsMariaMovie)
VICKY CRISTINA BARCELONA
(21.09.08)
Esc.
y Dir.: Woody Allen
Pro.: Letty Aronson, Stephen Tenenbaum
Int.: Scarlett Johansson, Rebecca Hall, Javier Bardem, Penélope Cruz
Nueva
película de Woody Allen –y van 40-, nueva entrega anual del genio
neoyorkino –72 años y toda una carrera por delante, al paso que va-,
que sigue rodando en Europa: tres en Londres, ésta en España y dos más
que le quedan por su acuerdo con Mediapro. Y curiosamente ahora es más
celebrado en su país: tras Match
Point, ésta última ha sido unánimemente bien acogida por público
y crítica.
Vicky y Cristina son dos chicas americanas que llegan a Barcelona a
pasar las vacaciones de verano. Son completamente distintas, y ya nos lo
anticipa un narrador, una voz en off que no abandonará en toda la película
sus puntualizaciones, y que no deja de ser un capricho más de Allen; un
procedimiento nada cinematográfico en principio, pero que acaba por
funcionar, proporcionando al relato un aire de fábula, de cuento moral
bastante significativo.
Vicky –Rebecca Hall- es una joven sensata, aplicada y con novio; sabe
lo que quiere e intenta ser consecuente. Cristina –Scarlett Johansson-
sabe, sobre todo, lo que no quiere; tiene un temperamento artístico y
un carácter mucho más alocado y decidido que su amiga. Las dos se
instalan en casa de un matrimonio amigo de Vicky y recorren la Barcelona
turística y cultural –estupendas pinceladas de Allen- hasta coincidir
en una exposición con un pintor español, Juan Antonio, que, como los
cuadros no son suyos, está allí muy aburrido.
Pocos días después, Juan Antonio –que también se ha fijado en
ellas, claro- se presenta en la mesa en que las dos comen y les propone
irse los tres a Oviedo, disfrutar de la ciudad y de su gastronomía, y
hacer el amor indiscriminada y abundantemente.
Naturalmente, a Vicky la proposición de semejante golfo le parece un
horror, y Cristina la encuentra divertida; tanto, que convence a su
amiga, y sin más preámbulos cogen el avión: uno chiquitito, con Juan
Antonio a los mandos, porque además de pintor es piloto, y además muy
guapo y atento y muy inteligente, y todo es muy gracioso.
No es cuestión de contar toda la película, pero sí explicar que,
cuando Cristina y Juan Antonio van consolidando su relación y ella está
más confiada, hace su aparición María Elena –los nombres compuestos
españoles le hacen mucha gracia a Woody-, la ex del pintor: una joven
exuberante, arrolladora; también pintora, y bastante loca, en realidad.
Juan Antonio y ella se quieren muchísimo pero no se soportan; han
vivido un matrimonio breve y problemático y una ruptura más traumática
todavía, según el más racial modelo mediterráneo.
Aunque aquí –que no tenemos remedio- nos gustaría que la película
se llamase Juan Antonio María
Elena Barcelona, o más todavía Penélope
Javier Barcelona –qué gustazo-, lo que hace Allen es seguir el
periplo amoroso y vital de sus protagonistas: Vicky recibe la visita de
su novio, y contempla con sentimientos encontrados la vida que,
provisionalmente –siempre provisionalmente- vive Cristina con Juan Antonio
y María Elena de tercera en concordia. Lo que sí hace el director es
no hacer de guionista de la pareja española: deja que los diálogos
broten de la inspiración del momento y del particular genio de ambos:
Bardem está estupendo casi siempre; Penélope se va calentando y, en mi
opinión, termina pasada de rosca; aunque es verdad que su
personaje de loca española apasionada es bastante divertido.
Woody Allen rueda como si no estuviera, con enorme facilidad aparente y,
desde luego, sin imponerse a los actores. Pero posee una sabiduría
apabullante para el rodaje, una capacidad narrativa que le permite
cambiar de registro y seguir siendo él mismo, y una inteligencia
excepcional que hace que sus películas sean muy graciosas sin dejar de
contener unas cargas de profundidad de hondísimo calado. Como ésta,
que indaga, en definitiva, en lo que más le gusta: el amor, digo el
sexo... y las mujeres.
(www.vickycristinabarcelonalapelicula.com)
VIDA OCULTA
(08.02.20)
Dir.: Terrence Malick.
Pro.: Elisabeth Bentley, Dario Bergesio, Grant
Hill, Josh Jeter. Gui.: Terrence Malick. Int.: August Diehl,
Valerie Pachner, Maria Simon.
Llega la nueva película de Terrence Malick, un
director de una personalidad arrebatadora. Tiene 76 años y ha
dirigido 10 largos. Dos filmes extraordinarios para empezar:
Malas tierras (1973) y Días del cielo (1978), que lo
consagraron en todo el mundo y que, paradójicamente, provocaron
un insólito silencio de 20 años, que pareció casi una despedida.
Reapareció en 1998 con otra obra maestra, un monumento del cine
bélico: La delgada línea roja.
Y después han ido llegando títulos con cierta
regularidad: El nuevo mundo, El árbol de la vida,
To the wonder, Song to song… hasta llegar a esta
Vida oculta, una fascinante indagación acerca del alma
humana y la libertad de conciencia. Una película de tres horas
en la que no hay ni un momento que no sea cine; y esto, que
parece una perogrullada, no lo es en absoluto. Sin ir más lejos,
acabo de ver una cosa de unos compadres, de casi hora y media,
en la que no hay absolutamente nada de cine.
Vida oculta
cuenta la vida de Franz Jägerstatter, un personaje real –parece
que inspiró a Muhammad Alí su rebeldía al servicio militar- que
vivía en un pueblo de Austria de lo que sus tierras y su ganado
le proporcionaban. Con mucho trabajo y con total dedicación,
obtenía lo suficiente para mantener a su mujer, Fani, y a sus
tres hijas pequeñas. Desde el primer momento, Franz deja claro
su rechazo a las armas; así como también a apoyar con algún
donativo –exigido más que pedido- al ejército de Hitler
Desde 1938, Austria había sido anexionada,
incorporada al III Reich como una provincia más. Por eso, Franz
es llamado a filas para combatir en la guerra que atraviesa
Europa. Y el hombre, que ya siente sobre sus espaldas el aliento
del odio y el fanatismo de sus convecinos y las autoridades del
pueblo, tiene que dejar a su familia y acudir a la cita con su
destino. Pero se niega a coger un fusil, se niega a jurar
fidelidad a Hitler. Y es detenido y encarcelado.
Comienza entonces un triste y largo periplo que
lo lleva de cárcel en cárcel, de tormento en tormento, sin más
consuelo que las cartas que escribe y recibe de su mujer. Esa
correspondencia entre Franz y Fani aparece literalmente en la
película. Y aparecen también los paisajes auténticos en los que
se desarrolló el drama, enmarcando las figuras de sus
habitantes. Es imposible filmar con más solemnidad, con más
belleza, con un encuadre más expresivo, más exacto.
La fotografía de Jörg Widmer –el mismo de Pina,
el maravilloso documental de Win Wenders- retrata esos
escenarios, y también los interiores, con emocionante maestría.
Y las figuras se rodean, además, de una banda sonora en la que
confluyen la naturaleza, la voz interior del protagonista, los
aullidos –en alemán sin subtítulos- de sus carceleros, y la
música: la genial partitura del maestro James Newton Howard, una
pieza maestra de la música de cine.
Vida oculta
es larga y la acción se desgrana con un compás pausado, el que
requiere una lectura atenta destinada a la inteligencia más que
a emoción. Aun así, la película transcurre con ritmo, el que le
proporciona el perfecto montaje paralelo de las vidas de sus
personajes: Franz, apresado pero libre interiormente; Fani, en
la esperanza insomne de un milagro. Magníficos August Diehl y
Valerie Pachner en sus composiciones milimétricas, diáfanas. Un
acierto total el reparto de intérpretes poco conocidos, que
prestan verosimilitud, a los que se suman en breves papeles
consagrados como Matthias Schoenaerts, Michael Nyqvist y el gran
Bruno Ganz, esta vez sí, en su último trabajo.
EL CASO VILLA CAPRICE
(15.01.22)
Dir.: Bernard Stora. Pro.: David Grumbach,
Jean-Pierre Guérin. Gui.: Bernard Stora, Pascale Robert-Diard. Int.:
Niels Arestrup, Patrick Bruel, Irène Jacob.
Bernard Stora es un muy veterano director y guionista
francés -este año cumple 80-, con una extensa carrera en televisión.
Para la pantalla grande ha realizado cuatro largos, el más conocido
Una molestia considerable, hace ya 22 años. Para esta
Villa Caprice -título original- ha contado con la colaboración
de Pascale Robert-Diard -periodista especializado en temas
judiciales- en el guion, y con Neils Arestrup y Patrick Bruel en los
papeles protagonistas.
Sobre los dos gira el argumento: Arestrup -un
conocido actor, con casi 90 películas en su haber- es Luc Germon, un
experimentado e influyente abogado; Bruel -actor de larga carrera,
pero también cantante, compositor y jugador de póker, de origen
judío argelino y cuyo verdadero nombre es Maurice Benguigui, yo
también me lo habría cambiado- interpreta a Gilles Fontaine, un
poderoso hombre de negocios, bastante millonario y dueño de aviones,
barcos, y mansiones espectaculares.
Precisamente su palacio de la costa, “Villa Caprice”,
es ahora la causa de su preocupación. Un juez lo quiere procesar por
la extraña operación de compra de la propiedad, que incluye un
precio sospechosamente bajo y una importante evasión de capital, y
Gilles acude al famoso abogado; famoso y caro, pero eso,
naturalmente, no importa. Lo que vale es su experiencia, sus
conocimientos y sus maniobras: sobre todo en un caso como este, en
el que todo es turbio, desde la propia denuncia que ha puesto en
marcha la situación.
Intuimos que no todos los negocios del magnate son
del todo limpios; con pocas palabras y las imágenes justas, el guion
retrata certeramente al personaje: un hombre soberbio y ambicioso,
conocedor del poder de su dinero y absorbido por sus lucrativas
actividades. También conocemos bien al abogado Germon, veterano de
mil conflictos, astuto, más amargado de lo que quiere parecer, y
solitario: sin amigos, apenas se relaciona más que con su anciano
padre; su horizonte se estrecha cada vez más.
Junto a ellos, Nancy, la mujer de Gilles, que ha
acabado por despreciarlo, consciente de su conducta; el implacable
juez Madec, curiosamente obstinado en encerrar a Fontaine; Jérémie,
el joven sirviente de la villa… Unos más que otros, todos forman
parte de este universo cerrado, oscuro, en el que la moral y la ley
valen menos que el dinero y los intereses ocultos.
El caso Villa Caprice
tiene un tono cercano a los telefilmes que son la especialidad de
Stora; pero al mismo tiempo se separa de ellos por esa cualidad
sombría y desesperanzada, que va progresando a lo largo del
argumento, sabiamente dosificada, y por la profundidad de los
personajes, definitivamente alejados de los habituales ocupantes de
los colorines de sobremesa de nuestras teles. Aquí hay más verdad
que ilusión, más desgarro que conformismo y, como decía, unos
personajes de carne y hueso, que todos podemos reconocer en ejemplos
muy cercanos. Gilles Fontaine y Luc Germon son las dos caras de una
misma moneda: triunfadores en lo suyo pero con muy pobre vida
personal; adictos al éxito económico y social, pero carentes de
empatía y casi, casi, de emociones. Su relación es problemática;
funciona en el plano profesional, bordea la victoria cuando sus
fuerzas trabajan unidas a todo gas, pero está condenada al fracaso
en cuanto surja la menor divergencia.
En esa dualidad reside el mayor valor de la película, y es lo que la
acerca más al tradicional “noir” -que tan bien sabe hacer el cine
francés, de Melville para acá-, en el que la verdad se difumina
entre las pasiones humanas. En este caso, por el dinero, el lujo, el
poder: un duelo en palacio entre el empresario corrupto y el abogado
que lo mira en la distancia… hasta que se acerca demasiado.
VIVIR
ES FÁCIL CON LOS OJOS CERRADOS
(03.11.13)
Dir.:
David Trueba
Pro.: Cristina Huete Gui.:
David Trueba
Int.: Javier Cámara, Natalia de Molina, Francesc Colomer
Los Rodríguez
Trueba: ¡qué familia tan cinematográfica! David es el hermano pequeño de
Fernando Trueba, y es tío, por tanto, de Jonás, también cineasta. Es
cuñado de la productora de esta película, Cristina Huete, y la hermana
de esta, Lala, es la diseñadora de vestuario; y también “sale” Ariadna
Gil, con la que el director mantiene buenas relaciones. Eso sí: Jorge
Sanz y Ramón Fontseré, que completan el reparto, deben ser solo amigos;
sobre todo este último, porque si no es por amistad, no se sabe qué
pinta en el asunto.
De David Trueba son La buena vida –un muy estimable debut-,
Soldados de Salamina, La silla de Fernando –un magnífico
documental co-dirigido con Luis Alegre-, Madrid, 1987 y otras
menos interesantes. También es, por supuesto, guionista, escritor y
actor si es necesario. Vivir
es fácil… se inspira en un
hecho real: en los años 60, un profesor de inglés enseñaba el idioma
basándose en las letras de las canciones de los Beatles. Como encontraba
algunas frases ininteligibles, cuando se enteró de que John Lennon
estaba en España rodando una película –Cómo gané la guerra, de
Richard Lester-, decidió ir a encontrarlo para que le sacara de la duda.
Y ese es el itinerario de la película, con Antonio –el profesor-
cabalgando en su rutilante 850 desde Cartagena hasta Almería.
Lo demás se lo ha inventado
Trueba; por el camino, Antonio recoge a Belén y a Juanjo, dos chavales
fugitivos: él, de su casa, donde su padre, un severo policía, no
entiende su rebeldía juvenil; y ella, de una institución religiosa –o
sea, una cárcel- para madres solteras y niñas descarriadas en general.
Juanjo es un crío que no sabe qué hacer con su vida, y solo tiene claro
que en su casa no aguanta más; Belén es una joven animosa y alegre, que
quiere llegar a la costa, que es también la libertad y el futuro.
Antonio acepta complicarse el viaje –siempre que no le saquen de su
irrevocable intención-, conmovido y estimulado por el aire fresco que le
aporta la presencia de los chicos. Y así, llegan a Almería.
Como en tantas ocasiones, lo importante del camino es el camino mismo,
como una vía de conocimiento, de estímulo y de crecimiento. También
aquí, pero en esta ocasión importa más la meta. Allí, Juanjo madurará en
un curso acelerado; Belén encontrará la energía que necesitaba; y
Antonio pasará por encima de las mil y una dificultades que presenta su
misión –casi una odisea homérica- para alcanzar su Ítaca soñada: el
rodaje de la película y la caravana de John Lennon, con Lennon y su
guitarra dentro. Y allí, como un himno, como una alegoría, nace
Strawberry Fields Forever.
La historia es bonita; quizá demasiado bonita… La ambientación es buena;
seguramente si no me la creo del todo es porque la España cutre que
retrata Trueba era en realidad más cutre todavía. Javier Cámara está muy
bien, aunque se parece demasiado a Javier Cámara… Ningún reparo a los
dos jóvenes: Francesc Colomer –el “Andreu” de Pan negro- ha
crecido y apunta muy buenas maneras, y Natalia de Molina, una casi
debutante, es una agradable revelación que llena la pantalla con su
fotogenia y su gracia. Por el contrario, Ramón Fontseré, un enorme actor
de teatro, me resulta un muy flojo actor de cine; o será que su papel es
menos agraciado…
El propio título de la película está sacado de la canción de Lennon,
pero también en ella se dice que “nada es real”. Quizá haya que ver la
película así para que funcione: como un cuento, como una historia de
ilusión, un canto a la voluntad y una metáfora de la vida en la que
abrir los ojos cuesta más, pero tiene su recompensa. En esa tesitura, el
guion funciona sin fisuras; a estas alturas, David Trueba no tiene
problemas para componer de manera eficaz sus palabras y sus imágenes; la
historia fluye felizmente y el espectador se cree lo que ve y lo que se
le sugiere: incluso que Lennon devolvió la visita a Antonio para cantar
con él Strawberry Fileds Forever en su clase. (https://es-es.facebook.com/viviresfacillapelicula)
VOLVER A EMPEZAR
(28.11.20)
Dir.: Phyllida Lloyd.
Pro.: Rory Gilmartin, Ed Guiney, Sharon Horgan. Gui.: Malcolm Campbell,
Clare Dunne. Int.: Clare Dunne, Molly McCann, Ruby Rose O’Hara.
Nos va a llegar muy
oportunamente Volver a empezar, la nueva película de Phyllida
Lloyd (Bristol, Inglaterra, 1957); la conocemos por sus anteriores y
estimables películas: Mamma mia! (2008) y La dama de hierro
(2011), la biopeli de Margaret Thatcher que protagonizó Meryl Streep.
También produjo la Mamma mia 2, pero eso se lo perdonamos.
Oportuno, el estreno,
porque llegará a pocos días de que celebremos la lucha contra la
violencia machista, precisamente el tema central de la película, cuyo
título original, Herself (Ella misma) es, nuevamente, mucho mejor
que el que le han puesto aquí. Ella es Sandra, un mujer joven y
trabajadora, que escapa con sus dos hijas de un marido animal, machista
y violento, y homicida si le dan la oportunidad. Se ha librado por poco,
pero su vida no es nada fácil.
Vive en un hotel,
malamente escondida con las niñas. Trabaja asistiendo a una mujer mayor,
que necesita todos los cuidados, y completa su jornada en un bar
regentado por otro homínido de baja estofa. Mucho trabajo y poco dinero,
otro signo de los tiempos. Se supone que las instituciones y organismos
competentes velan por Sandra y sus hijas, vigilan –un poco- la conducta
del marido, amparan –otro poco- sus necesidades y hasta las tienen
apuntadas en la lista –interminable- de los pisos de protección para que
puedan dejar el hotel.
De repente, cae en
sus manos una información que puede cambiarles la vida: la oportunidad
de construirse una casa. Con sus propias fuerzas y con la ayuda
necesaria, claro. Pero parece algo tangible, un proyecto posible, una
solución. Aunque a Sandra no se le ocultan las dificultades del asunto:
cuesta unas 35.000 libras, que no tiene; necesita un terreno donde
asentar la casa, y no cuenta con más manos que las suyas, fatigadas, y
las demasiado pequeñas de sus hijas.
Por aquí aletea el
aliento del gran Ken Loach: en el dibujo de estos personajes, seres
desvalidos en medio de una sociedad indiferente cuando no francamente
hostil; los postulados estéticos y narrativos son parecidos, y también
idéntica la mirada comprensiva y compasiva. Sobre todo cuando esta mujer
se enfrenta a la administración y sus servidores cuadriculados y
obtusos, sean funcionarios de a pie o magistrados togados; capaces de
quitarle la ayuda económica o hasta la custodia de sus hijas ante el
menor problema, aunque sea ficticio, que aparezca.
En cualquier caso, la
historia de Sandra vuela con alas propias, gracias a la entrega de sus
protagonistas y a la sinceridad y originalidad de la propuesta, que
incluye no solo la evidente complicidad entre las mujeres, sino también
la de buena parte de los hombres del entorno; y también el punto de
vista de las niñas, algo que es profundamente acertado: los hijos son
las víctimas inocentes de los malos tratos machistas, sobrevivientes a
veces en un hogar roto, con una madre malherida, a veces en la absoluta
e irrecuperable orfandad.
No
importa cuál sea el final del relato de Lloyd y Dunne –estupenda
coautora, como actriz y guionista-, si es amargo o esperanzador, o ambas
cosas a la vez; lo importante es la lección moral que se desprende de
todo él: la lucha de una mujer por remediar un error –casarse con un
imbécil al que, evidentemente, no conocía-, sacar a sus hijas de la
desgracia inminente y buscar un futuro acorde a la condición humana que
todos poseemos. Dentro de una frágil casa de madera o entre los más
sólidos muros de la voluntad, el coraje y la solidaridad.
VULNERABLES
(04.11.12)
Y para el final se queda el intento de cine de otro español, también
debutante en la pantalla grande: Miguel Cruz Carretero y su
Vulnerables. El título hace referencia a los sufridos críticos, que
no nos merecemos tanto castigo. O no, igual es a los protagonistas de la
película: una madre soltera, su bebé prematuro y el guarda de su finca,
que tiene un hijo de armas tomar. Puede ser, porque la protagonista es
Paula Echevarría, una chica muy mona que está aprendiendo a vocalizar:
hay que cuidarla. A los demás no los conozco de nada, pero parecen buena
gente. Ah, sí, a Joaquín Perles lo vi en El discípulo; por eso no
me acordaba.
Carla, la protagonista, se refugia en la finca en cuestión buscando un
ambiente más sano que el de la ciudad para su recién nacido. Trata de
vivir allí y trabajar desde la tranquilidad que da el campo, pero la
verdad es que aire puro puede que sí, pero tranquilidad no encuentra.
Porque en esa casa también pasan cosas inexplicables. Y aquí está bien
que lo sean, porque en cuanto se explican resulta aun peor. La película,
que no tenía mucho fundamento, se desliza todavía más hacia lo
previsible y lo grotesco, con un final tan falsamente dramático que uno
lamenta que se acabe… cuando empezaba por fin a reírse.
(http://www.vulnerables.es/)
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