Por Larry D'Abutti
=K=
KAMIKAZE
(30.03.14)
Dir.: Álex Pina
Pro.: Mercedes Gamero, Axel
Kuschevatzky Gui.: Iván Escolar,
Álex Pina
Int.: Álex García, Verónica
Echegui, Carmen Machi
Debut del director Álex Pina y primera
película del Festival de Málaga que llega a las pantallas comerciales;
una de las pocas que concurría al evento con la distribución asegurada,
avalada ciertamente por su extenso y popular reparto, que encabezan Álex
García y Verónica Echegui. Él es Slatan, un joven terrorista suicida –la
primera secuencia nos muestra su fanatismo y el de sus jefes e
instructores- de un país de la órbita soviética. Su misión, hacer
estallar en pleno vuelo un avión que va de Rusia a España lleno de
pasajeros. Incluido él mismo, claro.
El plan se tuerce cuando una tremenda nevada impide la salida del
aparato y los deja a todos en tierra. Terrorista y futuras víctimas son
trasladados a un hotel, donde quedan prácticamente incomunicados y
obligados a convivir. En esas horas –que pueden ser dramáticas- de
espera, Slatan conoce a Nancy, una chica simpática y espabilada, que
destaca del grupo de pasajeros, la mayoría españoles y latinoamericanos.
En esa pequeña comunidad, pronto surgen atracciones y rechazos, y todos
tratan de pasar el tiempo lo mejor posible, sin sospechar el trágico
destino que se cierne sobre ellos.
El guion tampoco se decanta decididamente y bascula entre momentos de
oscuridad y drama, y otros, que van ganando la partida, de ligereza
cercana a la comedia. No estoy seguro de que esa apuesta le siente bien
a la historia, pese a que los intérpretes se afanan en sacar todo el
partido a sus personajes; especialmente la improbable pareja que forman
Carmen Machi y Eduardo Blanco bordan unas secuencias llenas de nostalgia
y sentimiento. Pero el tono general de la película produce cierta
desazón, como de no acabar de definirse: el asunto es tan serio que las
distracciones y las subtramas paralelas no llegan a pesar tanto que
podamos olvidarlo, relajarnos y disfrutar.
KATMADÚ,
UN ESPEJO EN EL CIELO
(05.02.12)
Dir.:
Icíar Bollaín
Pro.: Luis de Val, Larry Levene Gui.: Icíar Bollaín
Int.: Verónica Echegui, Saumyata Bhattarai, Norbu Tsering Gurung
Nueva
película de Icíar Bollaín, que hace la sexta en su carrera: Hola,
¿estás sola? -1995, un estimulante debut-,
Flores de otro mundo, Te doy mis ojos -su consagración,
con todos los premios del cine español-, Mataharis, También
la lluvia y ésta. Un cine, con la excepción de la anterior,
decididamente protagonizado por mujeres. Y la presente, también: a
finales del pasado siglo, Laia, una joven maestra española, trabaja en
una escuela de Katmandú. Está contenta, pero sufre importantes
dificultades: a la falta de medios y al escaso interés de los naturales
–paisanos y autoridades- se une la imposibilidad de permanecer en el
país, a menos que contraiga matrimonio con un ciudadano nepalí. Eso le
permite proseguir su trabajo, pero también la lleva a conocer el
Katmandú profundo, donde habitan los desposeídos, los miserables de la
casta inferior, los parias. Desde ese momento, Laia se dedica con todo
entusiasmo a la tarea de sacar de la ignorancia, la pobreza y la
resignación a unas gentes que apenas entienden lo que su esfuerzo
significa.
Icíar Bollaín ha insistido en su temática favorita,
y vuelve a ponerse –como en Flores
de otro mundo y También la
lluvia- en el lugar de los menos favorecidos para destacar las
diferencias entre la soberbia cultura occidental y el tercer mundo; pero
también para mostrar, de la mano de su maestrita rural –estupenda Verónica
Echegui-, que puede haber soluciones, que hay lugar para el compromiso y
que es posible la esperanza. Lástima que su cine vaya resultando un
tanto repetitivo, que huela a fórmula y que la emoción no consiga
alzar el vuelo; es como si, a partir de lo aprendido en su rodaje con
Ken Loach, sus películas parecieran algo como Tierra y libertad
2, Tierra y libertad 3... y así sucesivamente. La redime su
buena intención, su feminismo y su ya acreditada capacidad para
afrontar realizaciones difíciles y valientes, en escenarios exóticos y
con presupuestos nada desdeñables. (www.katmandulapelicula.com/)
KICK-ASS (06.06.10)
Dir.: Matthew Vaughn
Pro.: Matthew Vaughn, Adam Bohling, David Reid, Brad Pitt
Gui.: Matthew Vaughn,
Jane Goldman
Int.: Aaron Johnson, Nicolas Cage, Mark Strong
Esta
es una operación lanzada a rebufo de esta moda de hacer películas
basadas en personajes del cómic, que ya parece que sea obligatorio; sólo
que aquí no había tebeo, sino que fueron pariendo ambas criaturas a la
vez. Como en terminar una película –aunque sea como ésta- se tarda más,
primero se editó el cómic y así tiene la apariencia deseada. La
historieta es obra de Mark Millar y John Romita, y el responsable de lo
que se ve en la pantalla es Matthew Vaughn –el director de Stardust
(2007)-, que moja en todas las salsas.
El arranque de la historia no está mal. Dave, el clásico
“pringadillo” de instituto, al que sus compañeras ignoran y sus
compañeros maltratan, está harto de esta situación,
comprensiblemente; e inflamada su mente calenturienta y adolescente por
lo que ve en tebeos y películas, decide ser un superhéroe desfacedor
de entuertos y protector de damas en apuros. Desde el bueno de Alonso
Quijano para acá, el asunto viene funcionando con desigual fortuna,
pero aquí la cosa pintaba bien, con un prólogo divertido y un
protagonista desarrollado con eficacia en cuatro plumazos.
Como es lógico, los comienzos del héroe, transmutado en “Kick-Ass”
–toda una declaración de intenciones- y enfundado en un maillot que
le da aspecto de barrendero loco, son bastante desastrosos. De resultas
del primer palizón acaba con el pellejo lleno de costurones y, lo más
llamativo, con todos los huesos fracturados y recompuestos a base de
chapa y pintura, lo que lo convierte en una especie de robocop en
miniatura y con gafas.
Y hasta aquí esta línea argumental, que podía haber construido un
personaje de cierto interés, un conseguido antihéroe de tebeo. Por
desgracia, resulta que el tipo es sólo una excusa. De pronto, aparecen
en escena los verdaderos protagonistas: un padre y una hija, también
con vocación de superhéroes pero un poco mejor pertrechados que el
infeliz Dave. El papá es Nicolas Cage, un escalón más en su bajada al
ridículo espantoso que conforma ya su carrera. De la nena vamos a
omitir misericordiosamente su nombre; va disfrazada con un aspecto entre
“Spirit” y ninja asesina. Y éste es el tema: el padre, sediento de
venganza contra el gángster Frank D’Amico, instruye a la hija -¡que
tiene once años!- en el arte de matar.
Que no se me diga que se trata de una comedia, porque de comedia no hay
más de diez minutos; y no sé qué puede tener de divertido que una niña
apuñale, dispare, golpee hasta la muerte y ametralle a unas personas,
sean rufianes de tebeo o no. Y, por supuesto, no creo que valga la
excusa de que esto no es más que una película y que las hay más
violentas… Precisamente ésa es la cuestión: que se trata de una película.
Un producto pensado y fabricado para su consumo público y universal y
que, en este caso, me resulta absolutamente repugnante.
No es por la violencia en el cine; hay sobrados ejemplos de obras de
arte violentas y transgresoras. Es que el sujeto de la tropelía es una
niña, aleccionada por su padre para el oficio de asesina; y la vemos
ejercer en la pantalla. Vaya guionistas, vaya productores… También
tiene culpa Nicolas Cage, por aceptar cualquier papelajo que se le
ofrece; y no digamos los padres verdaderos de la pequeña actriz, que
imagino encantados de lo popular que se va a hacer la niña…
A mí todo esto me produce indignación, vergüenza y pena. Y no creo
que haga falta calificar la película para “mayores de dieciocho años”
–más bien estoy en contra de esos criterios- ni aconsejar a los
padres que no lleven a sus hijos a verla; supongo que todos saben lo que
deben hacer. Pero no puedo callarme ante esta barbaridad, ni ocultar las
manifestaciones de Mark Strong cuando le expresaron estos mismos reparos
morales: “Me da igual, me parece muy divertido”. A mí no me parece
divertido; a mí me parece, sencillamente, una basura.
KINGSMAN: EL CÍRCULO DE ORO
(23.09.17)
Dir.: Matthew Vaughn. Gui.: Matthew Vaughn, Jane
Goldman. Int.: Taron Egerton, Colin Firth, Mark Strong. (más
Julianne Moore, Halle Berry, Chaning Tatum, Jeff Bridges, Bruce
Greenwood, Emily Watson y Elton John)
Matthew Vaughn es uno de los productores y directores
británicos más en forma. Es el director de Crimen organizado,
Kick-Ass –no sé si perdonárselo-, X-Men: primera
generación y, por supuesto, del primer Kingsman: Servicio
secreto. Así que no es de extrañar que se encargue de la
reaparición del personaje, así como del Kingsman 3, que ya se
anuncia. El prota de la serie es el joven Gary Unwin, más conocido
como “Eggsy”, un agente especial que lucha contra el mal amparado
por la figura paternal de Harry Hart, un hombre con mil recursos
curtido en otras tantas batallas.
Ahora ambos se enfrentan a la malvada Poppy, una
amable señora capaz de contaminar a media humanidad con un veneno
letal. Tratan de no perder sus exquisitos modales y la elegancia
innata a todo Kingsman, pero la lucha es a muerte y sin cuartel. Los
buenos y la mala malísima, que cuenta con tecnología punta y una
legión de feroces soldados, además de tener secuestrado al mismísimo
Elton John, se enredan en una batalla tan descomunal como
divertida.
La verdad es que viendo esta película me acordaba de
nuestro Anacleto, agente secreto, la película de Javier Ruiz
Caldera de hace un par de años. Y la comparación no es
insignificante, porque muestra el abismo que hay entre nuestras
producciones y las anglosajonas: en este caso, las de la
todopoderosa Twentieth Century Fox. Para unos argumentos y
propósitos semejantes, y salvando las distancias que hay entre Colin
Firth e Imanol Arias y –mucho más- entre Taron Egerton y Quim
Gutiérrez, ambas películas recorren caminos divergentes:
Kingsman,
al contrario que Anacleto, cuenta con una solidísima puesta
en escena, con un presupuesto acorde a las fantasías animadas de sus
autores, con un elenco que deja con la boca abierta –no salen De la
Torre ni Gutiérrez- y con una propuesta triunfadora de cine de
acción trepidante, divertido, un tanto apabullante y que va a ver
muchísima gente en todo el mundo. ¡Qué envidia!
KISEKI
(22.04.12)
Dir.:
Irokazu Kore-eda
Pro.: Keiko
Mitsumatsu
Gui.: Irokazu
Kore-eda
Int.: Koki
Maeda, Ohshiro Maeda, Nene Ohtsuka
Irokazu Kore-eda es, junto con Takeshi Kitano y
Hayao
Miyazaki
–cada uno en su estilo-, la presencia más internacional del actual
cine japonés. De Kore-eda, además de sus documentales y otras películas
no estrenadas por aquí, han tenido enorme repercusión Nadie
sabe, Hana, Still walking
y Air doll (2004-2009). El cine de Irokazu Kore-eda es, naturalmente,
muy japonés; pero también, y al mismo tiempo, absolutamente universal:
habla de las relaciones humanas, de los sentimientos, de la familia, de
la infancia…
Kiseki, que ganó el premio al mejor guión en el pasado festival de San
Sebastián, cuenta la historia de dos niños, dos hermanos separados por
el divorcio de sus padres: Koichi vive con su madre en Kagoshima, en el
sur de Kyushu; Ryunosuke está con su padre en Hakata, al norte de la
región. Koichi, el mayor, es un niño de 12 años, aplicado y
cuidadoso, y pendiente del volcán próximo, que no acaba de entrar en
erupción pero que expulsa ceniza sin parar, que llega hasta las casas y
que hay que limpiar con frecuencia. Para Ryunosuke, que tiene dos años
menos, la mayor dificultad estriba en entenderse con su padre, músico
semiprofesional y poco ducho en relacionarse con un niño pequeño.
Hace ya medio año
que el matrimonio se ha roto y parece que los chavales han encontrado la
manera de superarlo; ambos van al colegio y hacen amigos y tienen las
preocupaciones normales de los chavales; quizá con el punto más de
madurez que les presta su situación, como muestran en las frecuentes
conversaciones telefónicas que mantienen. Tienen la suerte de no vivir
en el abrumador Tokio, sino en pueblos mucho más tranquilos y
agradables; Kore-eda retrata localizaciones y paisanos con breves trazos
y planos generales muy descriptivos; los primeros planos los reserva
para la indudable fotogenia de sus protagonistas.
Kagoshima y Hakata están situadas en los dos extremos de la línea férrea
que atraviesa la región. Pero está a punto de abrirse una nueva línea,
la del “shinkansen” –el tren de alta velocidad- que va a unir
ambas ciudades. Cuando Koichi se entera, piensa que en el punto en que
se crucen los trenes que van en sentido opuesto a más de 250 kilómetros
por hora, se producirá tanta energía que puede conseguirse todo lo que
se desee. No tardará en convencer a su hermano, y ambos se disponen,
acompañados de algunos amigos tan ilusionados como ellos, a encontrarse
en Kumamoto para ver y vivir el acontecimiento.
Kore-eda trabaja con los niños, extrayendo de ellos todo su encanto. La
seriedad del mayor contrasta y se complementa con la ingenuidad traviesa
del pequeño, todo un artista de la comedia; entre los dos crean un auténtico
universo de ilusión y afecto. Pero no están solos: el niño que espera
que su perrillo resucite, la chiquilla que sueña con ser actriz, el
chaval que aspira a dibujar mejor o el que quiere correr más
deprisa…, todos cuentan, y todos se explican, en un guión modélico,
a través de sus deseos; los más importantes, los de los dos hermanos,
que ansían ver reunida de nuevo la familia. Para
eso han ido hasta allí, para eso han peleado por reunir el dinero de
los billetes –con alguna ayuda de los adultos: el benévolo abuelo, el
padre despistado…- y para eso aúnan la ilusión y el coraje que no
les van a faltar ante las adversidades. Alguna, hasta de tipo orográfico:
cuando llegan al destino, comprueban con desilusión que las vías de la
nueva línea van muy elevadas, y que no van a poder ver el ansiado cruce
de trenes. Los niños necesitan ese primer milagro y luego… todos los
demás.
Hirokazu Kore-eda aprovecha la metáfora
que le brinda la línea férrea –él se confiesa apasionado de los
trenes- y explora, una vez más, el mundo infantil y familiar,
aprovechando el encanto y la gracia de sus jóvenes actores para
construir una fábula poética y bienintencionada que, sin prescindir
del humor, ahonda inteligentemente en la conducta humana, en el valor de
los sueños y en la voluntad para alcanzarlos. (www.golem.es/kiseki)
KON-TIKI
(29.09.13)
Dir.:
Joachim Rønning,
Espen Sandberg
Prod.: Aage Aabaerge, Jeremy Thomas Guion.: Petter Skavlan, Allan Scott
Int.: Pål Sverre Hagen, Anders Baasmo Christiansen, Gustaf Skarsgård
Es difícil citar algún nombre de
resonancia internacional del cine noruego; quizá los más ilustres sean
los de Erik Gustavson o Liv Ullman –la actriz y también directora,
estrecha colaboradora de Ingmar Bergman-, a los que se puede incluir, si
no hay más remedio, el de Tommy Wirkola, más conocido recientemente por
su trabajo en Hollywood: la indescriptible Hansel y Gretel: cazadores
de brujas. Y muy pocos recordaban a esta pareja de cineastas,
Joachim Rønning y Espen Sandberg.
Se les conoce porque en 2006 dirigieron a Penélope Cruz y Salma Hayek
–nada menos- en ese otro producto sorprendente que se llamó Bandidas.
Tal vez aquello no salió tan mal, o el éxito de esta Kon Tiki ha
relanzado su carrera americana, porque Rønning y Sandberg serán los
encargados de llevar a la pantalla la próxima entrega de los Piratas
del Caribe. Pero esa será, seguramente, otra historia. La actual es
la protagonizada en 1947 por el antropólogo y aventurero noruego Thor
Heyerdahl a bordo de la balsa “Kon Tiki”: una odisea de 8.000 kilómetros
a través del océano Pacífico, desde Perú hasta las islas Tuamotu, en la
Polinesia.
El propio Heyerdahl produjo en 1950 un documental –ahí si hay una
importante tradición en el cine de Noruega- que repasaba su hazaña y que
le valió el Oscar en 1952. Sesenta años después, Rønning y Sandberg han
vuelto a contarlo y han conseguido un éxito importante: la película se
ha estrenado en todo el mundo, ha estado nominada en los Globos de Oro y
en los Oscar, y en su propio país ha batido todos los records, con
800.000 espectadores –Noruega tiene 5 millones de habitantes- y una
recaudación de 12 millones de dólares.
Es verdad que los productores han contado con el presupuesto más alto de
toda la historia de aquella cinematografía -16,2 millones de dólares-
pero su distribución mundial asegura un negocio redondo. Ahora llega a
España, veremos cómo le va.
El relato sigue fielmente la epopeya ya conocida: Thor Heyerdahl, un
joven investigador que vive en las islas Marquesas, está convencido de
que la Polinesia fue colonizada por pobladores de América del Sur, que
atravesaron el Pacífico de Este a Oeste antes del “descubrimiento” de
Colón. Ningún experto antes ha mantenido semejante tesis, pero para
probar la posibilidad de su teoría, el muy empeñado Heyerdahl medio
abandona a su familia, se marcha a Perú, hace construir una balsa con
los materiales y el diseño extraídos de la documentación colombina –bien
es verdad que añadiendo elementos más “modernos” como una radio,
sextantes, mapas y relojes- y comienza su aventura. El 28 de abril de
1947, con gran pompa y circunstancia y entre la expectación general, se
hace a la mar acompañado de cinco amigos y fiado de la dirección de las
corrientes, las mareas y la fuerza del viento, constante en dirección
Oeste a lo largo del Ecuador. Y casi milagrosamente, 101 días después,
el 7 de agosto, los seis hombres alcanzaron el atolón de Raroia –más
bien fue el atolón el que los alcanzó a ellos-, sanos y salvos, agotados
por el esfuerzo pero felices de haber conseguido su objetivo.
Precisamente por
tratarse de un hecho histórico, la película carece de suspense; el
espectador conoce, y si no, imagina, muchas de las circunstancias de tan
peligrosa travesía: ni los embates del mar embravecido ni la lucha con
los tiburones le pillarán por sorpresa, por más que abunden los momentos
de tensión, también entre los protagonistas; en ese sentido, la elección
de un reparto compuesto por actores desconocidos –al menos para el gran
público- contribuye a la sensación de veracidad buscada por los
realizadores.
Y, por supuesto, la espectacularidad y la belleza de las imágenes, a
medias entre las de los escenarios naturales y las recreadas
digitalmente, acompasadas por un inteligente ritmo narrativo, aseguran
dos horas de entretenimiento de calidad e interés más que suficientes.
(http://www.kontikifilmen.com/)
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